Después de leer los dos cuentos con moraleja de mi amigo, se me ocurrió escribir otro a mí. Es uno que leí hace bastante tiempo. No recuerdo ni dónde lo leí, ni cómo era exactamente; solo me acuerdo de la idea principal. Me pareció de lo más interesante, y por eso me gustaría compartirlo por aquí.
Dado que, como ya he dicho, solo me acuerdo de la idea principal, lo demás será de cosecha propia.
Era una pequeña aldea en el sur del país. Un anciano vivía solo en la ladera de una montaña, subsistiendo únicamente de sus cosechas y de su ganado.
Una pandilla de jóvenes andaba aburrida, buscando algo con lo que divertirse, hasta que se encontraron con la casita de aquel hombre. Viendo las condiciones en las que vivía, supieron al instante que el ancianito no gozaría de grandes conocimientos, por lo que se les ocurrió lo siguiente: ofrecerle que escogiera entre una moneda de cinco céntimos y otra de diez. Seguro que el anciano, al ver que la de cinco era más grande, elegiría esa, sin saber que la que realmente tiene más valor es la de diez. Sería divertido.
Fueron a verlo y le ofrecieron entre las dos monedas. Efectivamente, eligió la de cinco.
A los jóvenes les pareció tan divertido que se les ocurrió llamar al resto de sus amigos para que viesen lo ignorante que era aquel pobre anciano.
Al día siguiente hicieron lo mismo; fueron a la casa del hombre y le dieron a elegir entre la moneda de cinco y la moneda de diez. Por supuesto, volvió a coger la de cinco. El resto de los amigos, entre risas, le dieron también a elegir entre ambas monedas, riéndose aún más al ver que el hombre siempre se decantaba por la de cinco.
Era tan divertido que lo convirtieron en costumbre. Todas las tardes subían a visitar al anciano para darle a elegir entre las dos monedas. Y siempre hacía lo mismo, cogía la de menos valor solo por ser más grande.
Al cabo del tiempo, cuando la broma ya perdió algo de su gracia, uno de los chavales le dijo:
-¡Viejo tonto! ¿Aún no te has dado cuenta de que la moneda de diez céntimos vale más que la de cinco?
-Lo sabía desde el principio. -contestó el anciano.
Aquéllo los dejó boquiabiertos.
-¿Y entonces por qué eliges siempre la de cinco? -preguntó otro chico.
-Porque si hubiese elegido la de diez desde el primer momento, vuestra "broma" no habría tenido gracia y ahora la gente no subiría a ofrecerme dinero todos los días.
Esta pequeña historia me dio mucho en que pensar, me llevó a hacerme la siguiente pregunta:
¿No serán más ignorantes aquéllos que presumen de saberlo todo, de no necesitar ayuda de nadie, de tener una inteligencia abrumadora..., y van tachando de ignorante a todo el que simplemente no sea como él?